Es esta época que vivimos, cada día es más difícil inventar algo útil y que realmente sea bueno para la humanidad. Cedo todos los derechos por el bien de aquellas personas, que son muchas, que se deprimen después de comer. No hay nada más frustante al acabar el segundo plato de una comida que has degustado a gusto, que pasar el trago de la elección del postre. Contra más abundante es la comida y más brillantes quedan las yemas de los dedos después del ternasco, más suculento debe ser el postre. Y en este fatídico instante es cuando empieza nuestra amargura. Si seleccionamos el 'pudding de la casa' nos quedamos gordos, grasientos e incómodos en nuestra silla, con tal cargo de conciencia que no nos permite disfrutar la tarta. Si seleccionamos 'fruta del tiempo' nos sentimos como el tonto del pueblo viendo como nuestros vecinos comensales hincan la cucharilla (de cavar joyos, jo, jo, jo) en la tarta de 2 pisos, rellena de nata, turrón y trufas bañada en licor de arándanos.
Hasta ahora la solución era pedirse la tarta primero y el café con Natreen después. Pero que nadie piense que la sacarina reduce las calorías, lo que reduce es la conciencia. Sin embargo puede existir una solución. Si a alguien se le ocurre podría inventar una báscula portátil. Genial ¿no?. Antes de pedir el postre, poco a poco, muy despacio, sacamos nuestra Bascula Portátil y haciendo algún movimiento disimulado nos subimos encima y miramos el peso. Si la báscula portátil no nos deja seguir comiendo pues se le hecha la culpa a ella. Si nos permite seguir engullendo lo que haya, pues adelante y sin ningún tipo de remordimiento. Y a continuación, café con azúcar, moreno.
El diseño no debe ser nada complicado. Simplemente se le debe añadir un muelle a cualquiera de los aparatos con GPS que poseemos actualmente. El GPS calculará la velocidad del pisotón al instante y con eso su peso. Eso sí, antes de usarlo asegúrese de desactivar el aviso de radares próximos, no vaya a ser que a alguien se le atragante el bizcocho.
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